viernes, 27 de mayo de 2011

De la literatura al cine, del cine a la TV…

…y ¿de la TV a…?

Con este juego de palabras trato de resumir el recorrido que ha seguido en el tiempo la novela Cuando quiero llorar no lloro, del escritor venezolano Miguel Otero Silva; que ha sido versionada por el cine nacional y la TV colombiana –sí, curiosamente, fueron los colombianos y no los venezolanos quienes la llevaron a la pequeña pantalla. He escogido esta historia para cerrar lo que ha sido mi propio recorrido como estudiante por la asignatura Narrativa Digital y que muestro en esta bitácora o blog que caprichosamente llamé “Ventana Atemporal”, donde he presentado ejemplos de relatos digitales, muestras de cinematografía que consideré pueden ser un antecedente a ellos, así como reflexiones y análisis.
Para continuar con este cierre en el que pretendo presentar un sencillo análisis, resulta oportuno mencionar a Eco, para quien “la interpretación semántica o semiótica es el resultado del proceso por el cual el destinatario, ante la manifestación lineal del texto, la llena de significado” (Aparici, 2006:296). Pero, debo aclarar que si por algo escogí la obra de Otero Silva para cerrar esta entrada a mi blog es, precisamente, por su absoluta ausencia de linealidad. Detalle que, además, convirtió a este relato en un best seller en la pasada década de los años `70.
Y es que la novela de Otero Silva entreteje las historias de tres personajes que tienen en común su nombre, los tres se llaman Victorino y que crecieron en Venezuela a partir de la dictadura de Pérez Jiménez y el advenimiento de la etapa democrática. Pero esta no es la coincidencia más curiosa de la historia,  sino el hecho de que los tres nacen el mismo día y años más tarde, mueren un mismo día también. Mientras que estas coincidencias constituyen una especie de leit motiv, en el desarrollo de las tres tramas se producen constantemente rupturas, no sólo para pasar de una vida a otra o de un Victorino a otro, sino para introducir los distintos escenarios en los que se desarrollan sus trágicas existencias. Así, el escenario de la vida de Victorino Pérez es el de la pobreza, entorno social que lo conduce a la delincuencia; por su parte, Victorino Perdomo es de una familia de la clase media y al crecer se convierte en un luchador social, en un revolucionario; en cambio, Victorino Peralta, como chico adinerado, estuvo rodeado de riquezas, privilegios y excesos.
Para este último ejercicio, me voy a permitir presentar una selección caprichosa de algunas líneas de “Cuando quiero llorar no lloro” que, a mi modo de ver, son verdaderos dibujos (de situaciones, de escenarios sociales); asumiendo lo que dice Aparici acerca de que para analizar imágenes no es necesario tomar uno por uno todos los elementos que las conforman (2006:295), “ni tampoco suele hacerse repaso de todas las características…”. Según la metodología de análisis de imágenes propuesta por este autor, se puede hacer una lectura denotativa de objetos y personajes (297-299), así como una lectura connotativa.
A continuación algunas “imágenes” de Otero Silva…
Santa Librada que viniste al aire –reza la señora Consuelo (personaje de la partera*), Mamá (madre de Victorino Pérez*) olvida sus dolores para escucharla… Consuelo sabe que las vecinas están pendientes de este parto de Mamá… En este mismo instante llega Madre (la madre de Victorino Peralta*) a la Maternidad, en un carro de alquiler que sacudió a cornetazos la Avenida San Martín… Madre siente un dolor que le comienza en la columna vertebral y se le desliza como un alacrán por la cintura… Y en ese mismo instante, Mami (madre de Victorino Peralta*) telefonea al doctor Carvajal. Estoy sintiendo manifestaciones viejo, dice, Vete para la clínica, responde él… Entonces Madre atraviesa puertas metálicas y tabiques blancos… La paciente es Madre acosada por dolores que van y vienen… le piden que se desvista… le ponen una bata corta que apenas le llega a la rodilla, una bata de tela áspera y color desvaído… la señora Consuelo mandó a hervir una lata de agua, mandó planchar las sábanas para que el calor destruyera los microbios, mandó a cerrar las puertas y a tapiar los resquicios de los postigos, la señora Consuelo no quiere luz exterior, no quiere aire serenado… Ahora Madre ha llegado en su camilla rodante a un largo salón, hay seis mujeres acostadas en camas…, son seis caras crispadas por el sufrimiento,…Y ahora Mami se enrumba sobre aceitadas ruedas hasta la sala de partos… Mami lleva puesta una preciosa dormilona rosada… la señora Consuelo ha colocado a Mamá atravesada en la cama, antes puso tablas y periódicos debajo del colchón… la señora Consuelo reza y espera pacientemente… Puja sin miedo, dice la señora Consuelo…”.
                En este pasaje o “escena” el escritor relata el nacimiento de los tres Victorinos. Allí nos presenta el momento en que la “Mamá” de Victorino Pérez da a luz en su humilde casa, lo que se evidencia con la imagen de la cama que casi se está cayendo y que hay que reforzar con palos y periódicos, la puerta que no cierra del todo, la falta de recursos –no hay ollas, apenas una lata para calentar el agua–, la figura de la partera que le reza a sus propios santos, los de las creencias populares “Santa Librada”; por su parte, la “Madre” de Victorino Perdomo, cuando se le presentan los dolores de parto tiene que tomar un “carro de alquiler” para llegar a una clínica en la Av. San Martín (que es una localidad donde vive la clase media de Caracas), la visten con una bata “de tela áspera y color desvaído” y la llevan a una sala partos compartida con otras seis mujeres, lo que indica la categoría del lugar; y en contraste, “Mami”, la madre de Victorino Peralta, pasa ese mismo proceso asistida por su doctor de confianza, en una buena clínica y vestida con una “preciosa dormilona rosada”. Hasta aquí llega mi lectura denotativa de la escena aunque con algunos matices connotativos.
Para quienes no sean seguidores de la novela latinoamericana esta narrativa puede resultarles algo caótica. Este estilo no lineal y el uso de ese tipo de simbolismos se reproducen a lo largo del relato. Así, Otero Silva muestra las marcadas diferencias sociales de quienes vivían en pobreza, los de clase media y los ricos, en una Venezuela que se abría a la prosperidad petrolera, hacia los años 50 y 60. Y de esta manera concluyo el análisis con una la lectura connotativa. 

Bibliografía
Aparici, Roberto; et al. (2006). La imagen. Análsis y representación de la realidad. Gedisa. España

Otero Silva, Miguel (1985). Cuando quiero llorar no lloro. Oveja Negra. Colombia.

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