martes, 24 de mayo de 2011

Rashomon: un crimen visto con la mirada subjetiva de sus testigos

Antes de iniciar esta nueva entrada me voy a permitir hacer mención de otras anteriores en las que destaco ciertas influencias de la cinematografía internacional presentes en el cine venezolano que se centra en la figura del joven pobre con tendencias a delinquir. Entre otras escogí nombrar al western americano, al cine mexicano y de este último tomé como ejemplo a la película del cineasta español Luis Buñuel, rodada en México –donde vivió y produjo varias de sus obras fílmicas–, Los Olvidados. Por su parte, los críticos venezolanos le atribuyen a la cinematografía nacional de la etapa de oro o del boom –como la han denominado los mismos expertos–  con el estilo narrativo del cine hiperrealista italiano.
          Pero, en este comentario me voy a referir al director japonés Akiro Kurosawa y a su film Rashomon, de la década de los años 50, donde muestra muchas perspectivas desde las que se puede observar una conducta delictiva o un crimen, que en el caso de esta película se trata de un homicidio. Haciendo un breve repaso por la historia de este drama, que se convirtió en un referente cinematográfico, allí Kurosawa presenta distintas narraciones del mismo hecho, vistas por los ojos de testigos, víctimas y los del propio homicida. En palabras de Watzlawick (Aparici, 2010:17) esta historia no ofrece al espectador una descripción que pudiera llamarse precisamente objetiva. “…Kurosawa nos presenta así cuatro distintas realidades (se refiere a las evocaciones del crimen de los diferentes narradores) y nos lleva, casi imperceptiblemente, a un punto en el que el lector no puede ya discriminar cuál de las cuatro realidades es la ‘verdadera’”.
En Rashomon, Kurosawa ofreció al espectador diversas reconstrucciones o percepciones de un crimen, quizás con la intención de dejar que éste las procesara y formara su propio juicio. Podría decirse que justamente ahí es donde radica el legado de este director japonés a la cinematografía mundial, en esa oferta de variadas apreciaciones que simulan a las que pudieran tener distintos individuos sobre un mismo hecho y todas cargadas con sus propios matices subjetivos; lo que en la enciclopedia Wikipedia, citada por Aparici (pp. 17), es denominado como “el efecto Rashomon”.
Vale decir, que en la mayoría de las películas venezolanas que tratan el tema de la delincuencia juvenil prevalece una sola mirada subjetiva. Retomado las palabras de la escritora nigeriana Adichie se evidencia una tendencia a mostrar una sola cara, el mismo canon representacional en esa cinematografía venezolana.

Antes de seguir con la lectura, los invito a asumir de manera subjetiva la visión de este crimen
magistralmente contado por Kurosawa 



Reflejo, reproducción, reconstrucción
Sin duda, los directores de cine vuelcan en las producciones fílmicas sus propias valoraciones acerca de la realidad y sobre el entorno que desean contar; lo que Quin llama las etiquetas, que si bien no son falsas “…se utilizan para unificarnos,… y sugerir que compartimos los mismos propósitos, objetivos y deseos, disfrazando y alterando las diferencias: por ejemplo, entre ricos y pobres,… en particular las relacionadas con la clase y la identidad étnica…” (Aparici, 2010:31). Hasta en las realizaciones de corte documental hay una carga de subjetividad, que muchas veces resulta inadvertida por el espectador.
Por otra parte, este espectador percibe la realidad que le proporcionan los medios de comunicación a través de los sentidos y, para ello, es necesario que entre el emisor –que en el caso del cine es el realizador –  y el receptor –el público – exista un código común. “El poder simbólico se ejerce mediante aquellas estructuras narrativas, formas de representación y estereotipos sociales que refuerzan la ideología de un determinado medio o grupo dominante” (Aparici y Barbas, 2006:53)
En Venezuela el problema de la delincuencia juvenil y de la violencia en las calles asociado a la pobreza, que es la temática de las películas en análisis, toca al ciudadano común cada día más de cerca. La incidencia de la criminalidad en su vida cotidiana es tal, que es frecuente que en las familias al menos un miembro haya sido víctima de robo o de un secuestro por algunas horas, del tipo denominado secuestro express o, inclusive, algunas han sufrido la pérdida de uno de sus integrantes de manera violenta, en manos de la delincuencia. Estas experiencias seguramente se encuentran en ese registro que se convierte en una especie de filtro de generalizaciones a la hora de interpretar las imágenes del cine que trata esta temática. “Resulta patéticamente común cómo las referencias a la totalidad se hacen desde el segmento (socioeconómico) al que pertenecemos”, asegura el sociólogo Luis Pedro España, en su estudio “Detrás de la pobreza”, al cuestionar que las clases sociales de la élite de Venezuela suelen vivir en una “burbuja” y hablan de ese país mayoritario que integran millones de personas pobres con el sesgo de los estratos que se encuentran en mejores condiciones de vida (2009:214). Por tanto, no es de extrañar que esta visión elitista se haya traslado al cine nacional.
Como lo explica Aparici, en su libro “La construcción de la realidad en los medios de comunicación” (2010:14), toda comunicación puede dar lugar a diferentes interpretaciones, ya sea como un “reflejo de la realidad”, una “reproducción” de ésta o bien, una “construcción”. Precisamente, las historias que cuentan las películas seleccionadas para este trabajo se encuentran entre las fronteras de las que intentan mostrar un espejo de la realidad venezolana, recreado artísticamente por sus directores y las que presentan unos mensajes que conllevan a construir un nuevo producto que, según Aparici (2010:15), puede entenderse como una forma de “realidad inventada… desde donde se crean metáforas y grandes relatos sobre la sociedad y el mundo”. Y explica que estas creaciones y grandes relatos suelen corresponder a intereses de grupos de distinta naturaleza.
Cabe agregar la oportunidad que ofrece este medio para apropiarse de las conciencias de su público masivo. El poder del cine para transmitir mensajes es innegable. Es oportuno recordar que una producción cinematográfica es una obra costosa tanto para quien la produce como en términos de distribución, según Adolfo Plasencia (Aparici, 2010:234) y ese costo se traslada al público. Aspectos éstos que en los orígenes del cine lo convirtieron en un producto de élites intelectuales y para un público elitista. En su esencia, el cine combina ese carácter de mass media y de arte que le ha permitido mantenerse vigente. Actualmente, su alcance masivo se ha acrecentado con la reproducción de películas en formato DVD, los centros de alquiler y la posibilidad de ver algunas a través de youtube (aunque por trozos), que han permitido a un público más amplio acercase a este medio. Y ante este poder del cine sucumbieron sus realizadores y los venezolanos no son una excepción.
Para cerrar esta entrada, debo decir que si bien la muestra seleccionada para este trabajo responde a tres directores independientes, en sus producciones se notan ciertas influencias de géneros cinematográficos foráneos.

Bibliografía y webgrafía
Aparici,  Roberto  (2010).  La construcción de la realidad en los medios de comunicación. Capítulo I del libro con igual título. Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED. Madrid
España, Luis  Pedro  (2009).  Detrás  de  la Pobreza. Diez años después. Asociación  Civil para la Promoción de Estudios Sociales. Universidad Católica Andrés Bello. Caracas.
TESOblivio4. Rashomon Part2. Recuperado el 24 de mayo de 2022 de: http://www.youtube.com/watch?v=XR9ZhLka6cM
wikipedia.org (mayo 2011). Luis Buñuel. Recuperado el 24 de mayo de 2022 de: http://es.wikipedia.org/wiki/Luis_Bu%C3%B1uel

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